Dir. Alberto Morales
 
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Escribir en las tinieblas

En mayo de 2007, cuando las cenizas de otro conflicto en el Medio Oriente humeaban, dediqué una entrega de JdO al dolor insondable de un padre a quien le fue arrebatado un trozo de alma.

07/08/2014 01:43:57 - Xalapa, Ver. por Miguel Ángel Sánchez de Armas


Yo, que no soy antisemita, ni antipalestino, ni antiárabe, ni antiyanqui, ni antiruso, y que sólo poseo una minúscula voz, pienso



que ya es tiempo de prestar oídos a quienes como Oz, como Avnery o como



Grossman, creen que en ese rincón del mundo al que muchos vemos como la



Tierra Santa y en el que muchos creemos, hay lugar para más de una morada.



Pero es la clase política -la que azuza los disparos y la que patrocina a los



bandos-, la que impide que los pueblos se den la mano y caminen juntos.



Aquí la columna publicada hace siete años. Cambiándole algunas fechas y



nombres pareciera escrita con motivo de los más recientes acontecimientos.



David Grossman perdió un hijo en la guerra el año pasado. Grossman es



judío y vive en Israel. Hace unas semanas dio fe de la tristeza a la que se enfrenta



un escritor -el oficiante más solitario del mundo- cuando el dolor puede ser más



grande que la vida. La ausencia de su amado Ari es una espina clavada en el



costado, pero las razones por las que el joven fue arrebatado de este mundo son



otros tantos cardos en el alma del escritor.



Sus palabras me atravesaron el corazón como un rayo y me iluminaron



cual relámpago salido de un cielo sin nubes. Grossman tiene la valentía de oficiar



en el altar de la palabra cuando por doquier se mueven fuerzas para secuestrarla



y encapsularla, lo mismo en las fronteras del Medio Oriente que en Sudamérica



que a lo largo y ancho de nuestro país, de nuestro estado, de nuestro municipio,



mientras casi todos miramos con la indiferencia sombría del verso de Martín



Niemöller: Cuando los nazis vinieron por los comunistas / me quedé callado; / yo



no era comunista. / Cuando encerraron a los socialdemócratas / permanecí en



silencio; / yo no era socialdemócrata. / Cuando llegaron por los sindicalistas / no



dije nada; / yo no era sindicalista. / Cuando vinieron por los judíos / No pronuncié



palabra; / yo no era judío. / Cuando vinieron por mí / no quedaba nadie para decir



De la edición del New York Times del domingo 13 de mayo tomo unos



párrafos de la conferencia de David Grossman:



"No es fácil hablar de uno mismo, así que antes de abordar mi experiencia



como escritor quisiera hacer unas observaciones sobre el impacto que un



desastre, una situación traumática, tiene en el conjunto de una sociedad y



de un pueblo. De inmediato recuerdo las palabras del ratón en el cuento de



Kafka, cuando al caer en la trampa y mientras el gato se abalanza sobre él,



exclama: ‘Cielos, el mundo se hace más estrecho cada día'.



"Sí. Tras muchos años de vivir en la extrema y violenta realidad de un



conflicto político, militar y religioso, puedo decir con tristeza que el ratón de Kafka



tenía razón: cada día que pasa el mundo disminuye y se hace más angosto.



También puedo hablar del vacío que lentamente se genera entre el ser humano



individual y la caótica y violenta situación externa en la que vive. Esta situación es



la que le dicta la vida en todos los aspectos.



"Este vacío se llena rápidamente con apatía, con cinismo y, más que nada,



con la desesperanza que alimenta situaciones distorsionadas y en ocasiones las



hace perdurar durante generaciones.



"De ahí que uno se convenza de que tal vez es mejor no pensar y optar



por no saber, en la creencia de que se está mejor si se deja en manos de



quienes ‘saben más' la tarea de pensar y dictar las normas morales: Más que



todo, me va mejor sin sentir tanto... por lo menos hasta que esto pase. Y si no



pasa, por lo menos alivié en algo mi sufrimiento mediante un útil adormecimiento,



me protegí lo mejor que pude con ayuda de un poco de indiferencia, una pizca de



sublimación, algo de ceguera intencional y grandes dosis de autoanestesia.



"En otras palabras, por el perpetuo y muy real miedo a ser herido o muerto,



o a una pérdida insoportable, o incluso hacia la simple humillación, todos y



cada uno de nosotros, los ciudadanos del conflicto -en realidad sus prisioneros-

atemperamos nuestra actividad y nuestro diapasón cognoscitivo interno con



múltiples capas protectores que terminan por ahogarnos.



"El ratón de Kafka tiene razón: cuando el predador ataca, el mundo



en verdad se hace cada vez más estrecho, lo mismo que las palabras que lo



describen. Desde mi experiencia, puedo decir que las palabras con las que los



ciudadanos de un conflicto prolongado nombran su predicamento se hacen más



superficiales en la medida en que el conflicto perdura. El lenguaje gradualmente



deviene en clichés y en frases hechas a partir de la fraseología de las instituciones



que administran el conflicto -el ejército, la policía, las oficinas de gobierno- y



rápidamente se filtra a los medios que dan cobertura al conflicto, germinándose un



lenguaje aún más astuto diseñado para dar al auditorio versiones de fácil digestión



que en última instancia se trasfunden al idioma íntimo y privado de los ciudadanos



del conflicto, incluso si lo niegan.



"En realidad este proceso es más que comprensible. Después de todo,



la riqueza natural del idioma y su capacidad de tocar los hilos más delicados de



la existencia, puede dañar profundamente en la medida en que nos recuerda



la generosa realidad de la que estamos siendo desposeídos, de su verdadera



complejidad y sutileza. Y conforme permanece este estado de cosas, y se hacen



más huecas las palabras usadas para describirlo, el discurso público disminuye y



lo que prevalece son las banales acusaciones entre enemigos o entre adversarios



políticos en el mismo país. Lo que queda son los clichés que usamos para



describir a nuestros enemigos y a nosotros mismos: en última instancia una



colección de supersticiones y crudas generalizaciones en las que nos enredamos



nosotros mismos y envolvemos a nuestros enemigos. Sí, el mundo en verdad se



está haciendo más angosto.



"No pienso únicamente en el conflicto del Medio Oriente. En todo el mundo



hoy, billones de personas enfrentan un ‘predicamento' de una u otra naturaleza



en el cual la existencia personal y los valores, la libertad y la identidad, están bajo



"Es en esta realidad en la que nosotros los autores y poetas escribimos.



En Israel y en Palestina, en Chechenia y en el Sudán, en Nueva York y en el



Congo. En ocasiones, después de varias horas de escribir, pienso que en ese



mismo instante otro escritor a quien no conozco está en Damasco o en Teherán,



en Kigali o en Belfast, igual que yo inserto en una realidad preñada con tanta



violencia, indiferencia y disminución y entregado a esta quijotesca artesanía de la



creación. Tengo un aliado distante que no me conoce, pero juntos tejemos una red



intangible y de enorme poder: el poder que puede cambiar el mundo y que puede



crear mundos, el poder de hacer que los mudos recuperen el habla, el poder para



sanar a la humanidad en el sentido profundo que el tikkun tiene en la cábala.



"Los escritores sabemos que cuando escribimos, sentimos al mundo



moverse. Es flexible, preñado de posibilidades. Ciertamente no está congelado.



En donde quiera que permea la existencia humana no hay congelamiento



o parálisis y en realidad no hay status quo, aunque muchos se empeñan en



hacernos creer que el status quo existe. Cuando escribo, incluso en este



momento, el mundo no se me viene encima y no se hace angosto, sino que



insinúa gestos de apertura hacia posibilidades futuras.



"Escribo, y siento cómo el uso correcto y preciso de las palabras es cual



remedio para una enfermedad, como un purificador del aire. Aspiro, y al exhalar,



expulso las suciedades y manipulaciones de los rufianes de la palabra y de la



variopinta gama de violadores del idioma. Escribo, y siento cómo la ternura e



intimidad que tengo con las palabras, con sus diferentes capas, con su erotismo,



con su humor, con su alma, me devuelven el ser que fui antes de que fuera



nacionalizado y confiscado por el conflicto, por los gobiernos y los ejércitos, por la



desesperación y la tragedia.



"Escribimos. El mundo no se nos está cerrando. Qué afortunados somos. El



mundo no se está haciendo más angosto".



Tuit: @sanchezdearmas



Blog: www.sanchezdearmas.mx



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