Dir. Alberto Morales
 
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Censura, sociedad y politica
Cuando allá por 1740 don François Marie Arouet -mejor conocido por su nom de guerre: "Voltaire"-, tuvo noticias de que el gobierno de Francia había mandado incinerar en la plaza pública cuanto ejemplar de sus Cartas inglesas fue posible confiscar, exclamó maravillado: "Hombre, cómo hemos progresado: antes se quemaba a los escritores... y hoy nomás sus libros son incinerados.
18/02/2015 22:32:44 - Xalapa, Ver. por Miguel Ángel Sánchez de Armas
¡Esto es civilización!"


Doscientos años después, James Joyce se quejaba en carta a su editor



norteamericano: "No menos de veintidós editores leyeron el manuscrito de



Dubliners, y cuando, por último, fue impreso, una persona muy amable compró



toda la edición y la hizo quemar en Dublín -un nuevo y privado auto de fe."



Estos recuerdos vienen a cuento porque estamos celebrando el 82



aniversario del histórico fallo del juez John M. Woolsey gracias al cual nuestros



primos del norte pudieron por primera vez leer Ulises sin riesgo de ir a parar a una



mazmorra -curiosamente casi al mismo tiempo que fue revocada la afamada "ley



seca", aún llorada en los cenáculos de la derecha bíblica de nuestros primos. El



fallo fue un duro golpe a los censores que, en palabras de Morris L. Ernst, "durante



décadas han luchado por mutilar la literatura [...] y procurado reducir el material de



lectura de los adultos al nivel de los adolescentes y personas subnormales".



En 1933, amarrar las manos a los autonombrados guardianes de la



moral pública -de la mente y del cuerpo- oxigenó a la sociedad norteamericana.



Podría establecerse una línea de continuidad entre la legalización del Ulises y



del trago, las movilizaciones pro derechos civiles y los resultados de la votación



que pusieron a un hombre de raza negra en la Casa Blanca -algo que ni siquiera



Lincoln hubiese imaginado... y creo que aceptado sólo por consideraciones de



realpolitk en la que era tan ducho en gran Abraham.



La literatura trasciende a las mordazas de la política. Claro que en un



primer momento el puño del censor cae con estrépito sobre el escritorio y en ese



mismo instante Caballería roja es purgada de las editoriales e Isaac Bábel enviado



al paredón; La sombra del caudillo se queda en España lo mismo que Martín Luis



Guzmán; Ulises se confisca en las aduanas y Joyce no obtiene una visa; Cariátide



es satanizada y Salazar Mallén va a los tribunales; No me voy a casar es echada



del escenario a punta de pistola y Ngugi wa Thiong'o encuentra alojamiento



en la penitenciaría... y un largo etcétera para el que no tengo espacio. Mas al



paso del tiempo, Bábel, Guzmán, Joyce, Mallén, Thiong'o y todos los habitantes



de mi etcétera, vuelven a nosotros más vivos que cuando caminaron sobre la



tierra, mientras que los nombres de sus verdugos, si alguien los recuerda, es con



desprecio.



En el caso de la resolución del juez Woolsey -cuya parte central comparto



hoy con los lectores- , no hay que pasar por alto que fue dictada cuando en



las verdes colinas de Georgia y Missouri el KKK linchaba negros y en muchas



escuelas se prohibían las enseñanzas de Darwin. Me parece que hoy en México,



cuando los vientos de la moralina, el conservadurismo y el fundamentalismo



religioso comienzan de nuevo a soplar, esta es una lectura provechosa para todos



los amantes de la libertad. Vale:



"II - He leído Ulises una vez en su totalidad y varias veces los pasajes de



los cuales el Gobierno se queja en forma particular. De hecho, durante muchas



semanas he dedicado mi tiempo libre a la consideración del fallo que mi deber



me exigía en este asunto. Ulises no es un libro fácil de leer o comprender. Pero



se ha escrito mucho sobre él y para acercarse con propiedad a su consideración



es conveniente leer cierto número de libros que ahora se han convertido en sus



satélites. El estudio de Ulises es, en consecuencia, una pesada tarea.



"III - La reputación de Ulises en el mundo literario justificaba, empero,



mi decisión de emplear todo el tiempo que fuera necesario para compenetrarme



a mi entera satisfacción de la intención con que el libro fue escrito, pues, desde



luego, en todos los casos en que un libro es tachado de obsceno, primero se debe



determinar si la intención del autor al escribirlo fue lo que comúnmente se llama



pornografía; es decir, escribir con el propósito de explotar la obscenidad. Si se



llega a la conclusión de que el libro es pornográfico, habrá terminado la consulta



y el decomiso deberá hacerse. Pero en Ulises, a pesar de su franqueza inusitada,



no encuentro en ningún lugar el propósito equívoco del sensualista. Sostengo, por



consiguiente, que no es pornográfico.



"IV - Al escribir Ulises, Joyce trató de hacer un experimento serio en un



género literario nuevo, si no enteramente inédito. Toma a personas de la más



modesta clase media, que viven en Dublín en 1904 y trata no solamente de



describir lo que hicieron cierto día, a comienzos del mes de junio, mientras iban y



venían por la ciudad empeñadas en sus ocupaciones habituales, sino que también



trata de contar lo que muchas de ellas pensaron entretanto.



"Joyce ha intentado -con éxito asombroso, según creo- mostrar cómo la



pantalla de la conciencia, con sus impresiones calidoscópicas siempre fugaces,



lleva, cual si fuese un palimpsesto plástico, no solamente lo que queda de las



cosas que suceden a su alrededor en el foco de observación de una persona,



sino también los residuos de impresiones pasadas que quedan en una zona de



penumbra y que surgen por asociación de ideas desde las profundidades del



subconsciente. Luego muestra cómo cada una de esas impresiones influye en



la vida y en la conducta del personaje que está describiendo. Lo que él trata



de conseguir no difiere del resultado de una sobreexposición en una película



cinematográfica o, si ello es posible, de una exposición múltiple que diera un



primer plano claro sobre un fondo visible pero algo borroso, y fuera de foco en



grados constantemente variables.



"Tener que explicar con palabras un efecto que evidentemente se



presta más para una técnica gráfica, es causa principalísima, según creo, de la



obscuridad con que tropieza el lector de Ulises. Y también justifica otro aspecto del



libro que debo además considerar: la sinceridad de Joyce y su honesto esfuerzo



para mostrar con exactitud cómo operan las mentes de sus personajes.



"Si Joyce no intentara ser honesto desarrollando la técnica que ha adoptado



en Ulises, el resultado sería psicológicamente falso e infiel, por lo tanto, a la



técnica elegida. Tal actitud sería artísticamente imperdonable. Y es porque Joyce



se ha mantenida leal a su técnica y no ha intentado evadirse de sus necesarias



implicaciones, sino que ha tratado honestamente de contar con plenitud lo que



sus personajes piensan, que ha sido objeto de tantos ataques y que la finalidad



por él perseguida ha sido tan a menudo mal entendida y mal interpretada. Pues



su propósito de realizar sincera y lealmente el móvil propuesto le exigió usar



incidentalmente ciertas palabras que en general son consideradas sucias y lo



ha llevado a veces a lo que muchos consideran una preocupación demasiado



acentuadamente sexual en los pensamientos de sus personajes. Las palabras



tildadas de sucias son viejos términos sajones, conocidos por casi todos los



hombres y, me arriesgo a decir, por muchas mujeres, y son las palabras que



emplearía natural y habitualmente, creo yo, la clase de gente cuya vida física y



mental Joyce está tratando de describir. Respecto a la reaparición insistente del



tema del sexo en la mente de los personajes, no se debe olvidar que éstos actúan



en un ambiente céltico y en plena temporada primaveral.



"Que a uno le agrade o no una técnica como la que usa Joyce, es cuestión



de gusto y sobre la cual toda discusión es inútil. Pero pretender someter esa



técnica a los puntos de vista de otras técnicas me parece punto menos que



absurdo. Por consiguiente, sostengo que Ulises es un libro sincero y honesto,



y pienso que las críticas quedan enteramente compensadas por su razonada



exposición.



"V - Además, Ulises es un asombroso tour de forcé si se considera el



éxito que ha obtenido, en principio, con un objeto tan difícil como el que Joyce



se había propuesto. Como ya he dicho, Ulises no es un libro de fácil lectura. Es



brillante y aburrido, inteligible y oscuro alternativamente. En muchos pasajes me



resulta desagradable; pero, aunque contiene -como ya he mencionado- muchas



palabras consideradas vulgarmente sucias, no he hallado nada que denote



complacencia en tal suciedad. Cada palabra del libro contribuye como un trozo de



mosaico al detalle del cuadro que Joyce está tratando de ofrecer a sus lectores.



"Si uno no desea asociarse con gente como la que Joyce pinta, es asunto



que queda librado al criterio personal. Para evitar contactos indirectos como



esos personajes, uno puede no desear la lectura de Ulises; eso es bastante



comprensible. Pero si un verdadero artista de la palabra, como Joyce lo es



indudablemente, intenta trazar una imagen real de la clase media más baja de una



ciudad europea, ¿debe ser legalmente imposible para el público norteamericano



ver esa imagen?



"Para contestar a esta pregunta no es suficiente llegar a la conclusión,



como lo he hecho más arriba, de que Joyce no escribió Ulises con lo que



vulgarmente se llama ‘intención pornográfica'. Debo esforzarme por aplicar un



criterio más objetivo a su libro a fin de determinar su efecto, prescindiendo de la



intención con que fue escrito.



"VI - La ley en la cual el decreto está comprendido, solamente pena, en



lo que nos concierne, la introducción en los Estados Unidos de cualquier libro



obsceno proveniente de cualquier país extranjero. No esgrime contra los libros



la amenaza de los adjetivos condenatorios que generalmente se hallan en leyes



que tratan asuntos de esta índole. Se requiere de mí, por lo tanto, únicamente que



determine si Ulises es obsceno dentro de la definición legal de dicha palabra.



"El significado de la palabra ‘obsceno', como la definen legalmente las



Cortes, es: Tendiente a excitar los impulsos sexuales o a inducir a pensamientos



sexualmente impuros y sensuales. Si un determinado libro tendiera a excitar



tales impulsos y pensamientos, tendría que ser probado por la Corte, en



cuanto a su efecto, en una persona de instintos sexuales normales -lo que los



franceses llaman l'homme moyen sensuel-, que desempeña en esta rama de



investigaciones legales el mismo papel de reactivo hipotético que el ‘hombre



razonable' en la Ley de Agravios y ‘el hombre entendido en arte' respecto a



cuestiones de invención en la Ley de Patentes.



"El riesgo involucrado en el uso de tales reactivos surge de la tendencia



inherente del examinador de hechos, por imparcial que intente ser, de subordinar



demasiado su reactivo a su propia idiosincrasia. Aquí he intentado evitar esto en



lo posible y hacer mi reactivo más objetivo de lo que hubiese podido ser de otra



manera, adoptando el siguiente proceder:



"Después de haber tomado mi decisión acerca de ese aspecto de Ulises



que ahora se considera, confronté mis impresiones con las de dos amigos míos,



que en mi opinión reunían los requisitos arriba mencionados para mi reactivo.



Estos asesores literarios -como bien podría llamarlos- fueron visitados



separadamente y ninguno sabía que yo había consultado al otro. Son ellos



hombres cuya opinión sobre la literatura y la vida valoro muy altamente. Los dos



habían leído Ulises y, desde luego, estaban completamente desvinculados de



esta causa. Sin hacer saber a ninguno de mis asesores cuál era mi decisión, di



a cada uno la definición legal de ‘obsceno' y le pregunté si en su opinión Ulises



era ‘obsceno' dentro de esa definición. Me interesó comprobar que ambos estaban



de acuerdo con mi opinión: Que Ulises, leído en su integridad, como un libro



debe ser leído en una prueba como ésta, no tendía a excitar impulsos sexuales



o pensamientos sensuales, sino que su efecto sobre ellos era solamente el de



un comentario algo trágico y muy poderoso sobre la vida íntima de hombres y



mujeres.



"La ley concierne únicamente a personas normales. Un ensayo tal como



el que he descrito, es, por lo tanto, la única prueba apropiada de ‘obscenidad'



en el caso de un libro como Ulises, que es un intento sincero y serio de crear un



nuevo método literario para la observación y descripción de la humanidad. Me doy



perfecta cuenta de que, debido a alguna de sus escenas, Ulises es un trago más



bien fuerte para ser gustado por algunas personas sensibles, aunque normales;



pero mi opinión, madurada tras larga reflexión, es que mientras en muchos



pasajes el efecto que Ulises produce sobre el lector es indudablemente algo



emético, en ninguna parte tiende a ser un afrodisíaco. Por lo tanto, Ulises puede



ser admitido en los Estados Unidos."



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