17/07/2012 00:34:34 - Xalapa, Ver. por Salvador Muñoz
La
Plaza Lerdo en Xalapa, sin querer o queriendo, coloca al ciudadano en un espacio
único: entre la fe y la sed de justicia.
La
calle Enríquez separa a dos “poderes” pero en los que un gran número de
ciudadanos, converge: el de Dios y el del César.
Por
eso, cuando un grupo de personas o una sola, se planta en la Plaza Lerdo, tiene
fe de que al caso que lo llevó a esa instancia, se le haga justicia.
Llevo
más de 20 años viviendo en Xalapa y así como usted, he sido testigo de diversos
planteamientos ante el Palacio de Gobierno...
Policías, taxistas, campesinos,
defraudados, estudiantes, políticos, amas de casa, niños de kínder o primaria,
¡vaya! hasta reporteros, han acudido a ese punto de la ciudad esperando una
respuesta que por lo regular, nunca llega.
Hay
casos tristes que ojalá nunca se repitan, como la inmolación de Ramiro Guillén
Tapia; sucesos igual de extraordinarios como las sangrías de manifestantes para
pintar de rojo sus pancartas; las crucifixiones de taxistas y hasta huelgas de
hambre de señores y hasta de ancianas.
Sí...
hay veces en que la fe y la sed de justicia proclamadas sobre los adoquines de
la Plaza Lerdo son insuficientes porque nuestras autoridades gozan de sordera,
insensibilidad o falta de tacto político y entonces, se llega a casos drásticos
para llamar la atención: interrumpir el tráfico de la aorta principal de nuestra
sociedad... ¡y surge el caos!
El
centro se convulsiona con el simple hecho de que unos manifestantes se
atraviesen sobre la calle de Enríquez pues los cientos y cientos de conductores
que tienen necesidad de atravesar por esa rúa, ven trastornados sus planes ante
lo que ellos ven “gente que no tiene nada mejor que hacer”, “escandalosos”,
“argüenderos” o la infinidad de calificativos que usted quiera porque si es
ateniense, en algún momento de su vida, ha padecido este estrangulamiento de
aorta... sí, es difícil ver un reclamo de justicia cuando sus intereses no son
nuestros intereses...
Entonces, esos manifestantes se
vuelven “un problema” para cierto sector de la población y se recurre a la
descalificación de su movimiento, de su lucha, de su reclamo de justicia... y
nuestras autoridades salen diciéndose respetuosas de la libertad de expresión
“siempre y cuando no afecten a terceros” sin tomar en cuenta que esa gente que
está en la Plaza Lerdo, o en la calle Enríquez son los “primeros
afectados”...
La
próxima vez que pase por la calle de Enríquez y quede varado porque algunos
manifestantes ya tomaron la avenida, pregúntese los motivos que orillaron a
estas personas a esa acción... la muerte de un hijo, el homicidio de un
compañero, el fraude del que fueron víctimas, la falta de oportunidades, la
ausencia de trabajo, ser despedido injustificadamente, olvido de las
autoridades, o lo que no se imagine... respire profundamente y a la vez
agradezca ser un afortunado por la vida para no tener que perder la vergüenza y
plantarse en la Plaza Lerdo pidiendo justicia ante la mirada indiferente ya no
sólo de los transeúntes, sino también la de un Dios secuestrado en una catedral,
y un Rey que secuestró a un estado.