Dir. Alberto Morales
 
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Morir de amor

En El Lencero, muy cerca de Xalapa, se encuentra el casco de una hacienda que fue de Santa Anna.

21/05/2014 22:06:24 - Xalapa, Ver. por Miguel Ángel Sánchez de Armas


 Es una casona bella y fresca, rodeada de



jardines y un lago en el que se deslizan cisnes negros altivos y ausentes. A un



costado, la capilla que el Generalísimo levantó para una de sus bodas. El visitante



que pasea por los prados o toma asiento a la sombra de una higuera centenaria,



si es sensible y de espíritu abierto, puede escuchar el murmullo de voces del



pasado y sentir cómo, en pequeñas pulsaciones, un efluvio de cantos apenas



perceptibles le penetra e ilumina. La alegría resultante no se explica bien a bien,



pues difícilmente esa magia podría conectarse al "seductor de la Patria". Se sigue,



entonces, que otra presencia hay entre la verdura de la comarca. Y esa otra



presencia, señoras y señores, es nada menos que la de Gabriela Mistral, cuya



efigie en bronce se alza al oriente del conjunto como un sentinela en perpetua



contemplación del paisaje que amó profundamente.



Estoy seguro de que muy pocos mexicanos serán los que no han oído



hablar de Gabriela Mistral y han disfrutado su enorme poesía. Quizá no tantos



sepan que nació en Chile como Lucila Godoy Alcayaga, que fue la primera



latinoamericana en recibir el Premio Nobel, que se sentía mexicana y que, en un



sentido poético, murió de amor. Los veracruzanos y en particular los xalapeños



debemos celebrar que la efigie de la poeta vigile nuestra comarca y su mirada esté



siempre en nosotros.



Su fama como poetisa (aunque ella prefería decirse poeta) comenzó en



1914 luego de haber sido premiada en los Juegos Florales de Santiago por sus



Sonetos de la muerte, inspirados, se dice, en el suicidio de Romelio Urieta, su



Juego de ojos



primer amor. En ese concurso se presentó con el seudónimo que desde entonces



la acompañaría toda su vida y que es un homenaje a Gabrielle d'Annunzio y



Frédéric Mistral, por quienes tenía una profunda devoción. (Esto de adoptar



apelativos es algo maravilloso, pero asusta a los espíritus chatos y a las almas



pequeñas. El enorme compatriota de la Mistral, quince años menor que ella, Pablo



Neruda, había nacido Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto y adoptó el apellido



de Jan Neruda, uno de los fundadores de la lengua literaria checa entre cuya obra



se encuentra el delicioso tomo Historias de la Malá Strana publicado en español



allá por los setentas en la desaparecida Editorial Sudamérica.)



Su vida fue de una intensidad alucinante. A los catorce años comenzó a



publicar en periódicos de su natal Vicuña, como El Coquimbo, La Voz de Elqui y



La Reforma y desde el principio de su carrera se refugió en distintos seudónimos.



"Alma", "Soledad" y "Alguien" fueron algunos de los nomes de plume con que la



niña Lucía firmaba sus colaboraciones y que hoy nos hablan de la naturaleza de



aquellos primeros artículos, pues esta mujer fue desde siempre un ser que vivía



El padre de Gabriela era un modesto profesor rural y su hija a los 18 años



abrazó esa profesión. Fue directora de varias escuelas y obtuvo reconocimiento



Las aulas dejaron muchas cosas a la joven: el amor a los niños, traducido



en una vasta obra poética que hoy continúa recitándose en salones de todo



el continente; el amor a la educación, y el amor por Romelio Urieta. Romelio



se suicidó y la leyenda dice que Gabriela vivió el suicidio como una pérdida



irreparable. Su propia obra sugiere tal cosa, aunque, como veremos más adelante,



ella misma lo desestimó.



En "Ausencia" creemos adivinar el dolor profundo de la mujer que ha



perdido el amor y la razón de vivir. Un fragmento:



Se va de ti mi cuerpo gota a gota. / Se va mi cara en un óleo sordo; / se van



mis manos en azogue suelto; / se van mis pies en dos tiempos de polvo. // ¡Se te



va todo, se nos va todo! // Se va mi voz, que te hacía campana / cerrada a cuanto



no somos nosotros. / Se van mis gestos, que se devanaban, / en lanzaderas,



Juego de ojos



delante de tus ojos. / Y se te va la mirada que entrega, / cuando te mira, el enebro



y el olmo. // Me voy de ti con tus mismos alientos: / como humedad de tu cuerpo



evaporo. / Me voy de ti con vigilia y con sueño, / y en tu recuerdo más fiel ya me



borro. / Y en tu memoria me vuelvo como esos / que no nacieron ni en llanos ni en



sotos. // (...) ¡Se nos va todo, se nos va todo!



Sin embargo, en una "autobiografía" publicada en la revista Mapocho en



1988, la propia Gabriela se encargaría de precisar:



"Cara M. Rosa, le digo con la franqueza ruda con que hablo a los propios,



que me cuesta un mundo entrar en un comentario amoroso de mí misma. A pesar



de la publicidad cruda y no poco repugnante a que han llegado los biógrafos



respecto de los escritores, nunca entenderé y nunca aceptaré que no se nos deje



a nosotros, lo mismo que a todo ser humano, el derecho a guardar de nuestros



amores cuanto nos hemos puesto y que por alguna razón no dejamos allí razones



de pudor, que tanto cuentan para la mujer como para el hombre. Pero se han



hecho disparates tan descomunales a este respecto, que esta vez tengo que



hablar y no por mí sino por la honra de un hombre muerto.



"Romelio Ureta no era nada parecido, ni siquiera era próximo a un



tunante cuando yo le conocí. Nos encontramos en la aldea de El Molle cuando yo



tenía sólo catorce años y él dieciocho. Era un mozo nada optimista ni ligero y



menos un joven de zandungas. Había en él mucha compostura, hasta cierta



gravedad de carácter bastante decoro. Por tener decoro se mató. Nos



comprometimos a esa edad. Él no podía casarse conmigo contando con un sueldo



tan pequeño como el que tenía y se fue a trabajar unas minas no recuerdo donde.



Volvió después de una ausencia larga y me pidió cuentas a propósito de



murmuraciones tontas que le habían llegado sobre algún devaneo mío. Yo vivía



desde que él se fue con mi vida puesta en él, no me defendí la mitad por aquella



timidez que me dejó muda aceptando mi culpa en la escuela de Vicuña y creo que



la otra mitad por esa excesiva dignidad que me han llamado soberbia muchas



veces. La queja me pareció tan injusta que pensé entonces, como pienso hoy



mismo, que no debía responderse y menos hacer una defensa. Por eso rompimos



y las novelerías necias tejidas en torno de este punto no son sino cosa de



Juego de ojos



charlatanes. Este hombre siguió su vida y era natural que la viviese como casi



todos los hombres chilenos que no sobresalen en la temperancia. Iba a casarse y



llevaba a la vez una conducta ligera que no había sido nunca la suya; se divertía



demasiado y su novia parece que no lograba retenerlo.



"Mucho después de unos cinco años de separación nuestra yo lo encontré



casualmente en Coquimbo; hablamos bastante tiempo; negó la noticia de su



matrimonio y nos despedimos reconciliados casi sin palabras, tan cordiales como



antes y con la impresión de un vínculo reanimado y definitivo. Cuantos lo han



denigrado, hablando de un robo común y hasta de una estafa, no han dicho que



su hermano, que era casi su padre pues lo había criado por ser ambos huérfanos,



era en ese tiempo el jefe de los ferrocarriles en su zona. A cualquiera podría



ocurrírsele que Romelio Ureta cogió aquel dinero pensando en restituirlo de



inmediato o contando con que su hermano, ausente por unos días se lo prestaría.



Este señor era persona de situación holgada y lo quería mucho. No creo que nadie



piense en arruinar su carrera por la suma infeliz que él cogió de una repartición



fiscal. Parece que vino un arqueo impensado de caja: el hermano andaba en



Ovalle o en otro punto de la provincia y no pudieron comunicarse de ningún modo.



Romelio Ureta era hombre tan pundonoroso como para matarse, antes de sufrir



vivo una vergüenza. A esta altura del tiempo y de la costumbrea, el hecho no se



entiende, pues la probidad escasea más que la moneda de oro. Yo lo comprendo



por haberle conocido a él y al viejo Chile. Doy cuantiosos detalles porque me irrita



que se remuevan los huesos de un muerto con una falta tal de inteligencia y de



consideración. Más que eso me indigna el que por escribir una gacetilla sobre mí



y por cobrarla en un periódico y también por alimentar la glotonería del público, se



revuelva una sepultura."



Gabriela Mistral llegó a ser directora de varios liceos. Fue una destacada



educadora y desde muy joven visitó México, país al que amó al grado de sentirse



mexicana. Aquí fue una decidida militante de la reforma educativa de José



Vasconcelos. En Estados Unidos y Europa estudió las escuelas y métodos



educativos. A partir de 1933, y durante veinte años, desempeñó el cargo de cónsul



de su país en ciudades como Madrid, Lisboa y Los Ángeles, entre otras.



Juego de ojos



Los poemas para niños de la Mistral se recitan y cantan en muy diversos



países. En 1945 se convirtió en el primer escritor latinoamericano en recibir el



Premio Nobel de Literatura. Posteriormente, en 1951, se le concedió el Premio



Nacional de Literatura de su país.



A su primer libro de poemas, Desolación (1922), le siguieron Ternura



(1924), Tala (1938), Lagar (1954) y otros. Su poesía, llena de calidez, emoción y



marcado misticismo, ha sido traducida al inglés, francés, italiano, alemán y sueco,



e influyó en la obra de muchos escritores latinoamericanos posteriores, como



Pablo Neruda y Octavio Paz.



Se le ha llamado escritora modernista, pero como la verdad no tengo



idea qué sea eso o cómo se lea, transcribo lo que de su obra leí en algún texto



académico: su modernismo no es el de Rubén Darío o Amado Nervo, ya que ella



no canta ambientes exóticos de lejanos lugares, sino que se sirve de su estética y



musicalidad para poetizar la vida cotidiana, para "hacer sentir el hogar".



Pero yo, sentado a la sombra de la higuera en El Lencero y muy cerca de



su efigie en bronce, lo único que siento es que haya muerto de amor.



Tuit: @sanchezdearmas



Blog: www.sanchezdearmas.mx



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