18/03/2011 11:27:48 - Xalapa, Ver. por Mario Javier Sánchez de la Torre
Rebautizado desde la nefasta pasada administración estatal con el equivocado nombre de “distribuidor vial de Araucarias”, que de distribuidor vial no tiene nada, pues los que utilizamos estas rúas desde antes de la espantosa e inútil “obra”, podemos manifestar sin temor a equivocarnos que la circulación vehicular en la convergencia de éstas vías era mucho más ágil y segura antes que ahora.
Pero como era de esperarse en una administración estatal plagada de irregularidades de todo tipo, la “obra” , la primera en Jalapa de la llamada fidelidad, como ya quedó demostrado solamente tenía la intención de beneficiar en lo económico a los que intervinieron en ella, pues en lugar de agilizar y hacer más segura la circulación vehicular en el lugar, la entorpeció y por razones obvias la hizo más peligroso. Bástenos citar como ejemplo la forma en que la avenida 20 de noviembre se angosta en sus dos carriles al bajar hacia la alberca, perdón glorieta, si es que así se le puede llamar, para continuar por la avenida Araucarias a un costado de la agencia automotriz.
Así pues podemos continuar señalando una serie bastante grande de irregularidades que presenta la zona, siendo una de las principales la peligrosidad para automovilistas y principalmente peatones que realizando un acto de valentía y heroísmo se atreven a cruzar a pié por ahí. Pues a pesar de que el costo anunciado por la Secretaría de Comunicaciones del Estado, que tenía a su cargo el destructor Theruel, de la nada despreciable suma de 85 millones de pesos, no les alcanzó para poder hacer un paso peatonal, aunque solamente hubiera sido uno. Lo que nos permite continuar especulando que esta “obra” como muchas otras, casi todas las que se hicieron durante la administración de la fidelidad, tenían solamente el objetivo de hacer negocios y para nada se buscaba el beneficio de la población veracruzana.
La peligrosidad que representa para todos los peatones el lugar, contrasta fuertemente con los niños y niñas indígenas que desde temprana hora, hasta entrada la noche están en el lugar. Su presencia seguramente obedece a su condición de miseria. La que se debe a la gran migración que hay en este país, del campo hacia la zonas urbanas por la falta de trabajo que existe en el campo mexicano. Pero lamentablemente el problema no es nuevo, lo conocemos desde hace tiempo y las autoridades correspondientes del ámbito federal parece no importarles, pues no vemos soluciones contundentes al respecto. Mientras tanto, los niños indígenas de la Araucaria de la fidelidad continúan ahí, sufriendo no solamente hambre, frío, calor, lluvia y un gran número de peligros más, entre los que está que en algún momento alguno de los más pequeños muera atropellado por algún vehículo automotor, pues su estatura es tan baja por su edad y desnutrición que no se ven, pues no sobresale su cabeza la altura de los capós de los motores de los automóviles. Este es el panorama que hay en la “Araucaria de la fidelidad”. Hasta cuándo. Hasta el lunes. opinionmarioj@live.com.mx