21/02/2011 08:51:22 - Xalapa, Ver. por Salvador Muñoz
Salí todo perfumado, bien bañado, bien aseado... estaba secándome cuando entró una llamada que la mujer tomó:
—¿En Plaza Crystal? No, no hemos escuchado nada...
Decía eso cuando yo ya me estaba poniendo el mismo pants sucio y la sudadera sucia...
—Ahorita vemos si hay noticias— y colgó. “¿A dónde vas?”
—A buscar a mis hijos...
Efectivamente. Los chavales habían salido a hacer unas compras para sus respectivos estudios y por unas cosas que les había encargado.
Me calcé unos tenis y tomé el celular. Iba bajando cuando marcaba el número de Brenda para darle unas indicaciones:
—Habla a Carlos y si te contesta, que te digan dónde están y que no se muevan de allí, que yo los voy a alcanzar.
Mientras, yo trataba de localizar a Cecilia pero la maldita cosa, entraba la llamada pero no me contestaba.
Una, dos, tres, cuatro... no sé cuántas veces marqué. Caminaba lo más aprisa que el dolor de mi pierna izquierda me podía permitir.
Ya iba llegando a Lázaro Cárdenas cuando mi hija me estaba llamando al celular...
—Perdón... es que no siento el celular cuando camino...
—¿Dónde están?
—Es que fuimos...
—¿Dónde están?
—Por las tortas del “Choro”...
Mi mente de inmediato los ubicó. Al lado contrario del punto riesgoso. Le pedí entonces que me alcanzaran hacia el parque de Jardines de Xalapa. Le hablé a Brenda y le dije que ya los había localizado.
Caminé hacia el encuentro y todavía pasó a mi lado una patrulla con dos oficiales a bordo... iban despacio. El copiloto, con un rifle en mano, observaba de lado, con mirada acuciosa, como buscando algo sospechoso y siguió avanzando la patrulla.
Entonces, allí estaban mis hijos. Sanos y salvos.
—¿Qué pasó?— preguntó Cecy.
—Le hablaron a Brenda de que había una balacera en Plaza Crystal...
Los abracé y contuve el llanto. ¿Qué fue? ¿Diez minutos? ¿Menos? No lo sé, pero fue una eternidad de miedo y angustia por no saber de ellos.
Cuando llegamos a casa, Brenda llamó a su amiga para comentarle que mis hijos estaban ya en casa.
Esa amiga le dijo que su hermana estaba llegando a Plaza Cristal por la parte de las vías cuando empezó a escuchar varios disparos. No lo pensó. Se subió a un taxi y regresó a la casa.
La amiga platicaba a Brenda que, justo en ese momento, su hijo pensaba salir con su novia a Plaza Museo... por supuesto, ya no lo dejó salir.
Buscando en twitter, averiguamos gracias a Fernando Hernández (paradójico: reportero de Deportes), que hubo un asalto en una joyería que dejó heridos.
Un terrible dolor de cabeza se apoderó de mí... mis hijos se acercaron a la cama y estuvimos platicando largo rato con ellos Brenda y yo...
Es terrible... nunca había sentido ese miedo. Lo peor o lo mejor es preguntarle a mi hija: ¿Sabes qué hacer en caso de una balacera?
—Sí, tirarme al suelo.
Tenía que romper el hielo:
—No, tirarte al suelo y aplicar la de la zarigüeya: ¡hacerte la muerta!— Y saqué la lengua en cómica muerte.
Pero mi hija me mató:
—Yo pensaba tirarme al suelo y cubrir a Carlos...
Sí... lo quiere mucho. El dolor de cabeza continuó...
Total que los disparos, la paranoia y la angustia, a lo mejor esté mal yo, pero es mi percepción, se van haciendo parte de un paisaje que no es el que deseamos muchos xalapeños.
Quizás lo mejor de toda esta aventura de sábado por la noche fue, que al final, con todo y dolor de cabeza, la prescripción médica dio fin... aunque eso sí, yo ya estaba un poco sudado.
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