13/02/2013 20:27:03 - Xalapa, Ver. por Salvador Muñoz
No es amor carnal, ni romanticismo...
tampoco hay cupidos ni corazoncitos... es una simple sensación,
tanto de ella como mía en
una plática
espontánea.
Es una monja. Al igual que yo, espera
paciente su turno en el consultorio. “No la
veo enfermita”, le
digo mientras que con los ojos me dice que es su compañera la
que requiere del doctor. Bueno. Yo tampoco me veo enfermo, recapacito
mentalmente. Es más,
ninguna de las tres personas que está en la
sala lo parece, sólo la
otra religiosa que recuesta la cabeza en la pared...
–¿Qué
tiene?
–Alergia... venimos de Puebla a visitar a
unos familiares en Banderilla y se enfermó...
–¡Bienvenidas a la tierra de las
alergias!– le digo... y se sonríe...
la otra, no.
–Oiga, hermana... ¿y
qué opina de la renuncia de Benedicto?
La pregunta hizo que los demás
pacientes voltearan discretamente hacia nosotros, o más bien
hacia ella, en espera de su respuesta.
–Hay que reconocerle que supo aceptar su
realidad. Dice ya no poder porque está
cansado, ya está viejito...
–Pero Juan Pablo II se veía
más acabado y ahí
estaba (para mis adentros pensé en
Fidel y Raúl Castro)...
–No todos los cuerpos son iguales... hay
unos que aguantan más, otros que aguantan menos– fue
su respuesta que se me hizo congruente al recordar el porqué
estaba yo en ese consultorio.
–Ahora, a esperar al sucesor... se habla
de que puede ser un americano...
–Sí...
Y ya no hubo más
seguimiento a su respuesta...
–Bueno... ¿y de
qué orden son ustedes?
Y fue entonces que le brillaron los ojos
a la hermana:
–Somos Clarisas de Asís...
–¿Clarisas?
–Santa Clara... una mujer que
dejó la nobleza para vivir en la pobreza.
Creó una regla de vida para las mujeres religiosas
resistiéndose a las normas de San Benito. Fiel seguidora
de San Francisco de Asís.
Bueno, así resumo
yo lo que ella en espacio de varios minutos me contó.
Fue entonces que caigo en una
cosa:
–¡Ustedes son las del rompope!
Se ríe... y
me dice que, en efecto, hacen rompope pero no el de la botella donde aparece la
figura estilizada de una monja que me recuerda siempre a Sor Juana
Inés de la
Cruz. Dice que ese rompope tiene dos cosas de más que
el que hacen ellas: Más
alcohol y es más
comercial, pero le faltan huevos.
Preciso: Me permití,
gracias a la licencia literaria que me da el redactar estas líneas,
poner “huevos”...
suena más
enjundioso. Realmente me dijo que al Santa Clara le ponen colorante, que es lo
que le da el tono amarillo al rompope además de
que, presume, el que ellas hacen, emplea 20 litros de leche para consumir a 10 y
azúcar y
yemas, muchas yemas para que agarre color... le vuelvo a ver brillar sus ojos de
emoción...
En conclusión, el
rompope que ellas elaboran no lleva figuras de monjas estampadas “¡y es
más
sabroso!”,
enfatiza...
–¡Pasen
ustedes!– le dice la asistente de la doctora Katia Torneros
a las hermanas clarisas...
Se levantan y me dejan con un antojo
increíble de
rompope, pero no el de Santa Clara, sino al que las madrecitas le ponen muchos
huevos... y también amor
a la vida que decidieron abrazar.