02/11/2014 21:37:40 - Xalapa, Ver. por Salvador Muñoz
El "Qué voy a desayunar" o el "Qué voy a vestirme" está sujeto al interés de cada persona, tan
es así, que muchos salen al trabajo sin bocado en el estómago aunque haya jugo, cereal, fruta,
manjares en la cocina; pero es seguro que hayan dado 45 minutos de su mañana en
complicarse la vida para decidir qué zapatos llevarse, qué vestido ponerse o qué suéter le
combina en una pasarela fast track frente a un espejo. Esta es la simplicidad en una vida
cotidiana...
En la complejidad de una vida cotidiana, pueden ser las mismas preguntas pero con una
variante: La angustia por la ausencia de elementos para llevarse a la boca o para cubrir el
cuerpo. Haciéndolo más drástico, los cuestionamientos se hacen en primera persona pero con
objeto directo: "Qué le haré de desayunar" o "Qué le voy a vestir"...
Las preguntas simples tienen respuestas simples que a veces solamente las evadimos: Unos
saben perfectamente qué pueden desayunar o vestirse, pero gustan de complicarse la
existencia; otros, saben perfectamente que no tienen nada que desayunar o vestir, pero a
veces preguntárselo hace que su compleja existencia sea un caso de sobrevivencia.
II
Hay preguntas que me incomodan... como cuando me encuentro a la "vecina Bates" y me
pregunta por mi esposa: "En la casa", le respondo...
-¡Ah! es que como ya no los he visto juntos, pensé que se habían separado...
La llamo "vecina Bates" porque sólo vive con su hijo, un soltero arriba de los 30 años y las
mañanas que tengo la suerte de cruzarme en su camino, la veo saliendo de prisa con su
vástago. No me hace más que recordar esa historia de Alfred Hitchcock, "Psicosis".
Por lo regular, todas las preguntas que me hacen tienen como respuesta un molesto "¿Por
qué? interior" que me hago al escucharlas, pero en aras de no ser grosero, me lo trago... es
decir:
-¿Qué vas a hacer el sábado?
La respuesta lógica para mí sería: "¿Por qué? ¿Por qué quieres saber qué voy a hacer el
sábado?" Cuando sería más fácil decirme: Te invito a una fiesta el sábado; vamos a ver una
película el sábado; me cambio de casa el sábado, ayudame... etcétera...
Entiendo ahora a los funcionarios ante el trabajo de los reporteros... y más cuando algunos
hacen preguntas que están lejos de ser incómodas y rayan más en lo absurdo...
III
Sin embargo, el pasado viernes, un compañero de trabajo me hizo indirectamente una pregunta
que cómo me estuvo molestando en lo más recóndito de la cabeza: ¿Dónde están los 43
normalistas de Ayotzinapa?
Si bien, la respuesta simple e inmediata a tal cuestionamiento era un "No sé", el remordimiento
transformó la pregunta del compañero en otra que se volvió más fastidiosa: ¿Dónde escondes
a 43 normalistas?
Son dos puntos que he leído en torno a los 43 normalistas desaparecidos y los dos son
trágicos: Hablan de una pira y que sus cenizas fueron arrojadas a un río. Para hablar de
cenizas estaríamos hablando de un horno o crematorio gigante en lugar de hoguera. Hablan de
fosas. A menos que cada uno hubiera cavado la propia.
Total que este fin de semana que pasó, esa pinche pregunta me estuvo incomodando cada vez
que cerraba los ojos: ¿Dónde escondes a 43 normalistas?
Y así estaría mi subconsciente que hasta soñé lo que haría con 43 personas: moverlas como
se haría con indocumentados: en una pipa...
Realmente no puedo decir que lo soñé... eso se debe llamar pesadilla. Pero peor pesadilla es
la de esas 43 familias de Ayotzinapa que se suman a las miles de familias mexicanas que
tienen a un pariente desaparecido pero que siempre albergan la esperanza de encontrarlos...
Es cuando veo la simpleza de mis incomodidades mañaneras o cuando estoy bajo
cuestionamientos vecinales... son absurdos... preguntas incómodas y a la vez dolorosas bien
debieran ser: ¿Dónde están esos 43 jóvenes? ¿Dónde están los esposos, esposas, padres,
hijos de nuestros miles de desaparecidos en México? o peor aún: ¿Dónde está el trabajo de
nuestras autoridades?
smcainito@gmail.com