Sus barcos pesqueros son testigos de los viajes diarios de hombres y mujeres cuyo oficio por la pesca o la preparación de mariscos es la actividad diaria para sostener a las familias de este bello puerto.

Al caminar por este lugar, uno puede percibir ese peculiar olor, sin perder los colores típicos de pescados dispuestos en palanganas con agua y hielo.

A decir de los vendedores del pequeño mercado, muchas familias siguen dependiendo económicamente de estas actividades para llevar el sustento a sus seres queridos.

Pero el sello principal de Alvarado es la forma de ser tan original de sus habitantes, famosos por decir picardías, componer versos o sencillamente contar historias con una chispa particular. Son narradores natos para crear escenarios, describirlos a detalles y arrancar la carcajada con sus vivencias.

En el recorrido, algunos comentan que han sido ignorados por sus autoridades municipales, quienes no han invertido para dar mantenimiento a este centro de trabajo de muchas personas.

Mientras eso pasa, es imperdonable, casi nivel sacrilegio, visitar la generosa Alvarado sin comerse un Arroz a la Tumbada o un cóctel con mariscos frescos.

Y en una de esas se sienta con uno de esos personajes que le dan vida al puerto, con ese peculiar estilo de pescadores que nunca pierden el chance de contar cualquier ocurrencia que le haga reír.